Vicente Aguilar llegó a Nicaragua en 1980 a dar clases de educación popular en ese país. Recorrió varios países de Centroamérica y el Caribe durante más de una década y por el camino se enamoró y se quedó en Costa Rica.
El 14 de febrero de 1996 abrió La Lluna de Valencia, un restaurante que es el gran referente de la gastronomía española en el país.
Valenciano de pura cepa. De la tierra de las paellas. Nacido en una casa humilde en tiempos de la posguerra española, de familia católica pero contraria a las ideas del franquismo, no lo tuvo fácil en unos tiempos oscuros en el país europeo.
Sus padres decidieron que lo mejor para él, siendo un niño, era que ingresara a un Seminario. Allí se formó, entre hostia y hostia, en un camino diseñado para ser sacerdote. Pero se quedó en fraile (franciscano), en “cura rojo” en los estertores del régimen dictatorial del General Franco.
Aguilar se centró en trabajar con los obreros y los discapacitados, teniendo algunos encontronazos con la policía.
Finalmente decidió salir del ambiente religioso, cogió una mochila, influenciado por la Teología de la Liberación, y se plantó en 1980 en Nicaragua, con unos pocos dólares en el bolsillo para ayudar en la cruzada de alfabetización popular.
En 1985 llegó a El Salvador, a dirigir un proyecto educativo con niños huérfanos de la guerra. Tras varias idas y venidas de Europa a Centroamérica, encaminó su vida en El Salvador, en la educación universitaria. A Vicente le llamó el padre Ignacio Ellacuría para que le acompañara en la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA).
Tuvo que salir huyendo de ese país tras la masacre de los Jesuitas (era un cercano colaborador de Ellacuría) y llegó a Costa Rica, donde la embajada de España le declaró “pobre de solemnidad”, le ayudó con US$150 mensuales, que complementaba haciendo paellas a domicilio.
Volvió a coger la mochila, en este caso a un proyecto en Nicaragua, en Waspán, que buscaba la reinserción de los indios misquitos que habían huido a Honduras durante la guerra. De ahí, a República Dominicana, su penúltima parada.
En 1995 la familia decidió instalarse de manera definitiva en Costa Rica y lanzarse a un negocio que le era totalmente desconocido. El 14 de febrero de 1996 abrió las puertas el restaurante La Lluna de Valencia, con apenas torta española, paella, sangría y boquerones en el menú. Desde entonces, se ha convertido en el máximo referente de la gastronomía española en el país y en uno de los grandes valedores de la cultura hispánica en Costa Rica.